CARLOS FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ
Tras el arco de entrada hay una casona tradicional de granito y buena cantería, con su cubierta de pizarra, y un Mercedes 190 -todo un clásico- a la puerta. Un alfa romeo, un jeep y un Porsche -esté último cedido en depósito según informa presuroso el director- completan el parque automovilístico inundado de «charme», o de nostalgia, que no se sabe muy bien. Frente a la gran vivienda, las edificaciones habituales, cuadras, almacenes, y dominándolo todo una gran explanada con una higuera centenaria en el centro. Y bajo ella un banco recio, de piedra. Y fue ahí donde empezó todo.
Una tarde de hace muchos años, el abuelo, mientras retacaba su pipa le dijo al nietin: «Marcos, fíjate bien, somos ricos. ¿Ves esta higuera?; mientras tú y yo descansamos amparados en su sombra, ella está fabricando sus higos para nosotros. Y lo mismo sucede con los manzanos, con el pasto de los prados, y con el maíz nacido en la huerta. De día y de noche, sin detenerse, la naturaleza está produciendo bienes para ti y para mi. ¿Entiendes ahora porqué somos ricos?». El niño no olvidó nunca aquella conversación. Y creció en el amor al trabajo y a las raíces de la tierra, a la cultura a la que pertenecía. Un día salió de la universidad con su título de Ingeniero técnico agrícola bajo el brazo, pero sin haber roto nunca el eslabón que le unía a la casería del abuelo, y del abuelo del abuelo. Además de su amor a la tierra y de su formación académica, tenía toda la curiosidad del mundo, pasión por las cosas, una especial facilidad para la mecánica y una excepcional capacidad de trabajo, ilusión y sensibilidad, heredada de sus padres y que hoy ha sabido transmitir a su hijo. Y una mañana se dio cuenta que en cualquier viejo tractor arrinconado dormía todo un mundo y era un compendio de la evolución del hombre. Y empezó la fiesta. Hoy Marcos es una persona de mirada muy grata, sonriente, con el trato dulce de los gallegos, gran conversador, metido en mil iniciativas además de cumplir con su trabajo como empleado público y profesor, que ha logrado que la vieja casería del abuelo sea, para quien le guste la agricultura, la Isla del Tesoro. Todo el utillaje, toda la herramienta, toda la maquinaria del mundo rural está lista para ser descubierta por el visitante. Entre miles de objetos deslumbra la colección de tractores, todos -salvo los que están en la fase de recuperación- en perfecto estado. Con 50, 60, 70 años (uno de ellos, con su orgullosa matrícula con «H» es administrativamente el primer tractor histórico de Galicia), inmaculados de aspecto, responden obedientes a la llamada de su amo con un solo giro de la llave de contacto, o de manubrio. En un pequeño taller, tan equipado y ordenado como un quirófano, la vieja maquinaria es desmontada pieza a pieza, recuperada, vuelta a montar, pintada, completada, como si hay que buscar un humilde tapacubos original en una fábrica perdida de Chequia. Y aquel tractor viejo, rescatado de la podredumbre y la muerte, volverá a la vida, su motor a cantar, y a transitar orgulloso por los caminos. Los milagros existen. Y el goce de respetar, querer y valorar el desarrollo de las artes agrarias también, pues no debe de olvidarse que pase lo que pase, desarrollemos la actividad que sea cada uno de nosotros, del más humilde empleado al presidente del país más poderoso, siempre será el agricultor la pieza imprescindible para seguir dándonos de comer a todos. Pero no son las viejas herramientas, o los tractores, o las cosechadoras rescatadas del pasado, o los arados que allí descansan tras una vida de trabajo lo que enriquece el museo, (llamado así aunque no lo sea, pues la casería sigue estando viva, arando, cultivando sus campos, toda la familia cooperando, trabajando como era, atendiendo las excelentes rubias gallegas, recogiendo la manzana, segando las praderas resembradas, todo en ecológico, haciendo bien las cosas -el manejo del estercolero no despide olor alguno- manteniendo el latido de su Galicia con el respeto y cariño de siempre) pues quizá la pieza más valiosa sea la excepcional capacidad de comunicación de aquel niño, hoy director del MUVICLA, que así se sintetiza el «Museo vivo e integrado do campo e da locomoción agraria», que no solo informa sino que con sus relatos seduce y arrastra al asombro al visitante, y que se da cuenta que lo creado es, en realidad, un espacio de reflexión, un lugar donde habita, viva, parte de la historia, donde un arado prerromano se mantendrá para ser conocido por otras generaciones, en lugar de morir carcomido, abandonado. Por cierto, este tipo de arado, conocido como «Pinchu» en Asturias, en la hermana Galicia se conoce como «Cambelo» si es de pequeño tamaño, y «Cambela» si es grande, una forma de reconocer la supremacía de lo femenino. Otra lección de la historia.
¿Sabían ustedes que la casa «Porsche», antes de crear sus famosos deportivos fabricaba tractores, y que en la fábrica de los «David Brown» nació el «Aston Martin DB», el coche de James Bond?
Son las personas como Marcos Vázquez, de «Casa Vazquez» las que hacen crecer una tierra.
El MUVICLA está en Trasliste, un tradicional pueblo gallego en un hermoso paisaje orientado al sur, cerca de Láncara, a pocos kilómetros de Lugo.
Carlos Fernández Fernández Col. 137.
Ingeniero Técnico Agrícola.
4 Comentarios
Félicitations Marcos, ton amour de la terre et de tes racines te donne des ailes pour croire en un monde meilleut et avec la nature, offrir mil et un bonheurs à ton entourage
BRAVO CARLOS! Gracies por compartir!👏👏👏👏👏👏🙅🙅🙅🙅🙅🌻🌻🌻
Mi nombre es Ramiro Rossi, soy argentino y soy primo de Marcos.
Soy bisnieto de Ramiro Vázquez, tío abuelo de Marcos.
Esta nota me llega al corazón especialmente, porque una parte de mi ascendencia viene de ahí, de la Casa Vázquez, de esta tierra.
En mi casa, aquí, en Argentina, cultivo muchas de las hortalizas que consumo y hoy, al leer esta nota, me pregunté si no venía en mis genes ese afán por producir mi alimento, de manera orgánica.
Gracias por publicar esta hermosa nota sobre ese sueño que hace realidad mi primo Marcos, en su hermosa Galicia natal y en la casa de sus ancestros que mantiene totalmente viva.
La agricultura y ganadería necesita personas que piensen y trabajen como Marcos Vazquez.Gracias por MUVICLA.Que tus deseos se cumplan. Un abrazo