SANDRA GONZÁLEZ BLANCO
Hace varios años que vengo detectando que se producen cosas extrañas en las plantas de nuestros jardines, que las propias plantas se comportan de manera sorprendente e insólita. No florecen cuando deberían, rebrotan fuera de tiempo, no se les cae la hoja, etc. y empezamos a observar el desplazamiento hacia nuestras latitudes de especies más propias del Mediterráneo, hay plagas y enfermedades de climas cada vez más cálidos. El cambio es evidente.
Era invierno de 2015, sí, aquel invierno que encogió el corazón a los asturianos y al de media España. El invierno de los grandes incendios en el occidente asturiano, que puso en jaque a muchos pueblos y aldeas, aunque al mismo tiempo dio lugar a la unión de todo el campo. Ganaderos y agricultores, trabajaron en perfecta armonía, vaciaron sus albercas, llenaron sus cubas, cubas que días antes se utilizaron para esparcir los purines por los campos de cultivo y prados, y ahora utilizaban para salvar sus casas y sus granjas o las de sus vecinos.
Aquel día, a pesar de que no recuerdo bien la fecha, sé que había pasado el Puente de la Constitución y estaba en un parque cualquiera del occidente asturiano. Era una mañana de calor sofocante, más propia de una primavera tardía que de un mes de diciembre. Me encontraba supervisando a “mis chicos”, los cuales estaban absortos en las tareas que conlleva el cambio de las plantas de flor de temporada. Como ya había terminado todos mis quehaceres previstos, y como llevaba todo el día de un lado a otro, me detuve y me permití el lujo de observar mi entorno. Un lugar en el lateral de una ladera, con orientación noroeste, de grandes praderas salpicadas de pequeños bosquecillos de especies autóctonas, propias de los bosques del entorno y de otras especies más propias de jardinería. El parque está dividido por un camino de piedra laminada, siempre me pregunté quién lo diseñaría y quién lo ejecutaría, pues tiene zonas con pendientes muy pronunciadas y uno se juega los tobillos cuando baja con algo de rocío. El entorno permite hacer rampas con pendientes más atenuadas, pero esto es harina de otro costal y en otro momento más adecuado entraremos a analizarlo.
Es preciso tener en cuenta, que es una zona de paso de acceso a un centro educativo situado en la parte alta del parque y muchos escolares, padres o madres lo transitan. En los laterales del parque se distribuyeron bancos con pequeños arriates, muy necesarios, por cierto, para el descanso entre escalada y escalada, porque parece que uno no transita sino escala. Como dicen las gentes de estos lares es “empinao”.
Junto a los bancos hay pequeños arriates que los visten, como si los acogiesen. El tramo más bajo del camino finaliza en escalones, muy poco propicio para las mochilas, los carritos infantiles y la accesibilidad en general. Aquí, los arriates se hacen más extensos y se encuentran contenidos por murias, que los jóvenes usan para sus reuniones vespertinas o incluso nocturnas.
Unos días antes habían estado quitando las Begonia semperflorens aunque a pesar de la época, la gran mayoría se encontraban en buenas condiciones; y los Ageratum houstonianum, unas plantas muy curiosas que soportan prácticamente cualquier clima. En climas fríos se comportan como una planta anual o bianual, mientras que en climas más cálidos es perenne. Florece en primavera y durante todo el verano y parte del otoño produce flores que brotan en el ápice de los tallos, asociadas en racimos. Dichas plantas llevaban dos inviernos y a pesar de la abundancia de flores ya era hora de su sustitución.
Tal como os decía, observé con ojos de profesional, mi entorno. En mi mente iba materializando una lista de tareas pendientes, mientras disfrutaba del paisaje y de los rayos solares vi una Magnolia Soulageana y, por el color de las flores podía aventurarme en afirmar que se trataba de la variedad Lennei, pues poseía unas flores profundamente carmesís y el interior del pétalo blanquecino, se encontraba en pleno apogeo la floración. En ese momento fui consciente de lo que veía. A veces uno mira pero no ve y yo en ese instante miré y vi. En estas latitudes, lo habitual es que florezca a finales del invierno o principios de la primavera. Esta especie es de hoja caduca, florece antes de que las hojas broten. Al observarla con detenimiento, las hojas habían caído prácticamente todas y a la vez se estaba produciendo el brote de las nuevas hojas y su florecimiento. Seguí observando la zona y vi un Prunus cerasifera var. pissardii, debería de encontrarse sin hoja, y ahí estaba, solemne, repleto de hojas de un púrpura intenso. A su izquierda, se encontraba un Salix babylonica, sus ramas se zarandeaban en un leve murmullo debido al zigzagueo de sus hojas, ¡sí! ¡De las hojas! A pesar de ser un árbol de hoja caduca, ahí estaba, rodeado de piedra blanca y una parte de sus hojas, caídas semanas antes, cuando hizo el frío esperado para la época.
Mirase donde mirase, me encontraba con situaciones, más propias de esos comics que dibujan situaciones inverosímiles, como si se tratase de un mundo al revés. Los titulares de prensa durante esos días destacaban que estábamos pasando, y por ende, sufriendo el diciembre más cálido en 42 años. Observando las estadísticas del INE vemos que se trató de un diciembre con temperaturas medias de 12,7 grados en Oviedo; de 13,6 en Mahón, o de 14 en Valencia y precipitaciones dentro de la media.
En definitiva, lo que uno, puede observar, a poco que se fije, es que las hojas no caen cuando deben, es decir, árboles de hoja caduca se resisten a perder sus hojas y las floraciones se adelantan en ocasiones hasta un mes. Nos encontramos con plagas y enfermedades más propias de otras latitudes, con temperaturas más suaves. Hallamos especies que no migran. Las cosechas se retrasan o adelantan. Lluvias más cortas adquiriendo mayor intensidad que se intensifican cada año. La España mediterránea, ya viene sufriendo precipitaciones cortas, pero intensas lluvias que provocan riadas y, debido a las mismas, la erosión del terreno. Las olas de calor, en cambio, son más frecuentes y continuadas.
Los gases de efecto invernadero, como el CO2, son los responsables del calentamiento del planeta. En el 2019, la cifra se situó 314,9 millones de toneladas CO2eq, según el Observatorio de Sostenibilidad.
En el estudio titulado “Evidencias y efectos potenciales del cambio climático en Asturias”, se reúnen las conclusiones del Panel de Expertos CLIMAS y se analizan los principales cambios observados en algunas de las especies de nuestra región, tanto terrestres como marinas.
Dicho estudio manifiesta la existencia de los cambios de área de distribución de las especies y se pone de relieve el aumento de especies alóctonas en Asturias, de cuya representación proporcional ha aumentado más de 4 puntos porcentuales en los últimos 30 años. Ha aumentado en casi 3 puntos porcentuales cuando hablamos de especies invasoras, con un claro predominio de las especies de origen mediterráneo.
El estudio también pone de manifiesto que en el futuro, relativamente cercano, la tendencia, que cabe esperar para algunas especies frecuentes hoy en día en los paisajes asturianos de altura, como las plantas vasculares de alta montaña; es que limiten su presencia a las posiciones de menor insolación y mayor innivación.
Un estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza, nos indica el peligro en el que se encuentra parte de las 524 especies de aves existentes en Europa, poniendo de manifiesto que si la temperatura sube 1,2 grados, el 38% de dichas especies desaparecerá, entre ellas, el águila imperial que vive y surca los cielos de España.
¿Estamos ante un Cambio Climático? ¿Ante un ciclo de calentamiento? ¿Es una teoría más? ¿Son patrañas para que ciertas entidades se lucren y acrecentar su chiringuito?
Se producen más preguntas que respuestas. Pero es un hecho que se están produciendo cambios en nuestra flora y fauna y hace que me replanteé el refranero de mi abuela:
«Por los santos, nieve en los altos y por San Andrés, nieve en los pies».
Cada vez hay menos ocasiones para que se tiñan de blanco nuestros campos. Recuerdo mi niñez paseando por las calles de La Felguera, y el contraste de los suelos negros del carbón con el blanco de la nieve recién caída, ahora es muy poco frecuente que eso ocurra.
«En abril, aguas mil».
Los cambios de invierno a verano son cada vez más bruscos, sin esas fases intermedias, lo que ahuyenta las lluvias típicas de abril.
«Por San Blas, la cigüeña verás».
Cuando apenas llegaba al metro de altura, recuerdo, que para San Blas, que se celebra el 3 de febrero, hacían su llegada las cigüeñas. Ahora sus hábitos han cambiado y llegan antes, o incluso no abandonan la zona siendo su estancia permanente.
«En septiembre, el que no tenga ropa, que tiemble». Que podemos enlazar con “Septiembre, o seca las fuentes o se lleva los puentes”
Ahora mismo en septiembre casi hace mejor temperatura que en agosto, de hecho mucha gente ha desplazado sus vacaciones a este mes, pues los días siguen siendo soleados y el calor no tan agobiante. Actualmente en septiembre debemos seguir regando nuestros jardines por las escasas precipitaciones que se producen y por las altas temperaturas. Los céspedes de muchos parques sufren amarillamientos y se generan calvas en estos meses por el estrés hídrico del verano, agravado por las escasas precipitaciones, la falta de riego y el abundante pisoteo de niños, animales y adultos.
Sandra González Blanco
Ingeniera Técnica Agrícola
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