JOSÉ MANUEL PARDO MÉNDEZ
A lo largo de cuatro artículos se hace un breve recorrido sobre el vino y la viticultura Asturiana. Se habla de la historia del vino en Asturias, se comentan algunos interesantes aspectos etnográficos y culturales de la zona relacionados con la vitivinicultura y por último, se analiza brevemente desde el punto de vista técnico el cultivo del viñedo en el territorio y se dan unas recomendaciones a la hora de acometer nuevas plantaciones.
Introducción.
Si pensamos en un cultivo y un producto que hable de Asturias, la mayoría de gente pensaría en el manzano y la sidra, un binomio más que conocidos dentro y fuera de nuestras fronteras.
Sin embargo, en el suroccidente Asturiano, sus profundos valles se decoran con pendientes viñedos y se brinda con vino. Allí dónde Asturias, Galicia y León se dan la mano, en los concejos de Ibias, Cangas del Narcea, Degaña, Allande, Grandas de Salime, Illano, Pesoz y la zona sur del concejo de Tineo, la cultura, la tradición y la historia están encarnadas en un racimo de uvas.
Hablar de viñas y vino en esta zona de Asturias no es sólo hablar de un cultivo o un producto, es mucho más. Es hablar de generaciones pasadas, de lo que marcó una forma de vida y distinguió este terreno del resto del Principado. Es presente, perseverancia y convencimiento, lucha y arraigo a una tierra que muchos por su mala comunicación tienen por desconocida.
También es hablar de futuro, pues queda camino por recorrer y debe recorrerse, un camino que no es fácil, pero lo componen muchos kilómetros cargados de posibilidades.
Con los artículos que se publicarán en torno a la vitivinicultura asturiana se pretende, recorrer brevemente la historia del vino en Asturias, comentar algunos interesantes aspectos etnográficos y culturales de la zona relacionados con la vitivinicultura y, por último, analizar desde el punto de vista técnico el cultivo del viñedo en el territorio, actualmente amparado por una figura de calidad como es la Denominación de Origen Cangas.
Historia del viñedo en Asturias:
La presencia de viñedos en Asturias tiene más de 1.000 años de historia, lo que se puede comprobar tanto por documentos históricos cómo por la toponimia.
Existen abundantes aldeas y lugares repartidos por Asturias, cuyos nombres aluden al cultivo del viñedo, como «Viña´´, «La Viña´´, «El Viñal´´, «Los Viñones´´… entre otros.
Los primeros documentos que dan constancia del cultivo de la vid en la región se encuentran en el monasterio de San Vicente de Oviedo y datan del año 781. Más tarde, a mediados del siglo IX, concretamente en el año 857 el Rey Ordoño I dona una viña en Las Regueras a la Catedral de Oviedo.
Sin embargo, en la zona sur-occidental, concretamente en la cuenca del Río Narcea, no aparece documentada la presencia de viñas hasta el año 889, cuando se cedió viñedo al monasterio de San Esteban de Álava, en el concejo de Salas.
No es un hecho exclusivo a esta zona, por todos es sabida la relación entre monasterios y vides. Por un lado, están los motivos económicos, pues parte de sus rentas eran percibidas en vino, además de que vino era sinónimo de riqueza en aquella época, pues era más sano beber vino que agua. Por otro lado, están los motivos religiosos, el vino representa la sangre de Cristo en la liturgia católica. No en vano, los Monasterios y en definitiva, la institución eclesiástica han sido los grandes defensores e impulsores del cultivo de la vid.
Desde el S.XIII al XV, se incrementó la superficie de viñedo, ampliando su propiedad a otros sectores de la población, la nobleza e incluso del campesinado.
Los viñedos se situaban, al igual que en la actualidad, en las partes medias y altas de algunos valles abrigados. Particularmente, en los del Navia y el Narcea, donde a las condiciones favorables para el cultivo se unían la influencia de asentamientos monacales. También había viñedos en el valle fluvial del Eo, en la zona central (Candamo, Las Regueras y Grado), en Teverga y en Villaviciosa.
En el siglo XVI la Junta del Principado intentó promover el cultivo de viñedo en toda la región. Fue un fracaso, excepto en los valles anteriormente nombrados. Principalmente se debió tanto al accidentado relieve de buena parte del territorio como a la abundante humedad, lo que no es favorable para los viñedos.
En este siglo XVI, además, una serie de riadas arrasaron gran parte del viñedo en Candamo, Las Regueras y Grado, iniciando la crisis en la zona central. Entre los siglos XVI y XVIII, se produjo la desaparición del viñedo de la zona oriental y la zona costera.
El Catastro de la Ensenada, detalla que las mayores superficies de viñedo en el siglo XVIII ya estaban en los concejos que concentran la producción en la actualidad. Concretamente los valles del Navia, con Grandas de Salime, Pesoz e Ibias a la cabeza, y del Narcea, con Cangas de Narcea (entonces Cangas de Tineo) y Tineo a la cabeza. Fuera de estos valles las mayores superficies se encontraban en Teverga y Candamo.
Subsistían viñedos aún, aunque en reducidas superficies, en otros concejos como Taramundi, Los Oscos, San Tirso de Abres, Castropol, Boal, Grado o Pravia.
A finales del siglo XVIII, una serie de malas cosechas llevaron al arranque de las cepas en Teverga.
En el siglo XIX, al desceparse las viñas de Candamo, el viñedo en Asturias queda reducido definitivamente a los concejos del occidente: Cangas del Narcea, Tineo, Ibias, Allande y Grandas de Salime fundamentalmente.
En el último tercio de este siglo, se viven aires de renovación en la vitivinicultura asturiana.
En Cangas del Narcea, varios elaboradores, como Nicolás Suárez Cantón o González del Valle introducen una serie de mejoras en la elaboración de los vinos. Hasta entonces descritos como de escasa calidad, fruto de unas prácticas de cultivo y elaboración rudimentarias realizadas por productores sin conocimientos técnicos.
Estas mejoras, como fueron el retraso en la recolección de la uva, la selección de racimos, la eliminación del raspón o la realización de oportunos trasiegos y descubes, se tradujeron en menciones, diplomas y reconocimientos en diversas exposiciones (Madrid, Burdeos, Angers, Rouen y Lugo).
Todo parecía estar a favor de la expansión, sino fuera porque a finales de este siglo (XIX) aparecen una serie de contratiempos: el trío de enfermedades y plagas americanas que supusieron un antes y un después en la viticultura europea. Hablamos de la filoxera, el oidio y el mildiu.
Éstos ocasionaron una grave crisis que supuso declive colosal de la superficie de viñedo en la región. Dando comienzo a lo que parecía el fin del cultivo del viñedo en el Principado.
A nivel provincial se pasó de 5.493 ha en 1.858, a 1.878 ha en 1.903.
Sin embargo, al contrario de lo que sucede en el resto de la región, en Cangas del Narcea, se vive una expansión del viñedo sin precedentes a finales del siglo XIX y principios del XX. Se incrementó la superficie de viñedo, para ello, se instalaron viveros de patrones americanos resistentes a la filoxera para injertar sobre ellos las variedades autóctonas, se trajeron nuevas variedades, técnicos franceses dirigieron los trabajos de plantación y elaboración de vino…
La totalidad de las medidas adoptadas supusieron un incremento tanto en la calidad, como en la producción del vino en el concejo. Gracias a ello, el vino de Asturias llega a lugares como Cuba, Argentina o Méjico. A su exportación debemos sumar la obtención de diversas medallas y diplomas.
Entre los años 1930 y 1945, se viven unos años de máxima producción. Precisamente en esa época, uno de los grandes cosecheros cangueses, José Uría Merás, promulga las tres soluciones para mantener el destacable nivel del vino cangués:
- mejorar su calidad con una buena elaboración,
- obtener la denominación de origen, fundamental para una mejor comercialización
- conseguir una cooperativa que posibilitara los dos puntos anteriores, además de suponer un ahorro en mano de obra y gastos en la elaboración y comercialización.
Sin embargo, José Uría Merás, fallecería sin ver ninguno de sus deseos para con el vino cangués.
“Para más inri”, el cultivo inicia a partir de 1945 un declive que se mantuvo hasta finales del siglo XX.
Las razones del abandono y descepe progresivo que sufrieron los viñedos que quedaban no sólo en Cangas del Narcea, sino en todo el suroccidente asturiano; fueron la combinación de una serie de factores, entre los que destacan los siguientes:
Las dificultades que presentaba y aún presenta el cultivo del viñedo en la zona. Tanto en lo que se refiere a capital económico, como a capital humano.
La mayoría de viñas se sitúan en laderas de muy escarpada pendiente, lo que dificultaba las labores y la recolección de la uva, imposibilitando cualquier tipo de mecanización. Esto eleva los costes de producción y disminuye la rentabilidad del cultivo. Esta baja rentabilidad, se unió a otras condiciones de tipo socioeconómico, como la emigración de la población rural a otras zonas con mejores perspectivas económicas.
Ya el compañero Fernández Lamuño citaba en 1958 en su Informe sobre los Concejos de Ibias y Degaña las razones para el abandono de las viñas en Ibias, decía textualmente:
«Pudiera inducir a engaño el que hablemos del abandono en que han caído algunas, acaso muchas de nuestras viñas. No es que el cultivo de las mismas deje de ser remunerador; no es que todo el vino producido deje de tener buena acogida y favorable salida; ni tampoco es que la competencia del vino exterior lleve a la ruina económica a los propios. La razón es de otra índole, precisamente la de la mano de obra cada día más escasa; la merma en la clase obrera antes tan abundante, y hoy huyendo del campo dentro de un proceso natural, consecuencia de la progresiva marcha hacia una industrialización de las regiones próximas, y de la elevación general del nivel de vida que por doquier (y ello es feliz circunstancia) nos es posible apreciar. ´´
Acertado estaba Fdez. Lamuño en sus apreciaciones, ya que toda esta serie de factores llevaron al viñedo asturiano a estar al borde de la extinción.
Aunque siendo justos, la causa mayor fue el desarrollo de la actividad minera. Las minas requerían gran cantidad de mano de obra, ofrecían mejores salarios y suponían un recurso económico más rentable que las viñas. Por ello, gran parte del viñedo fue abandonado o sustituido por pastos o plantaciones forestales. Las viñas asturianas se encuentran prácticamente en peligro de extinción.
Aún con todos los elementos en contra, hubo viticultores que mantuvieron sus viñedos y continuaron elaborando vinos con uva de la zona, que gozaban de buena aceptación.
A finales de la década de los 90, un conjunto de entusiastas del viñedo, fundan APROVICAN, Asociación de Productores y Elaboradores del Vino de Cangas. Éste colectivo toma conciencia de la situación crítica que sufre el viñedo asturiano, ven que al igual que un acueducto, una catedral, un palacio o un castillo, hablan de historia, de tradición, de cultura y por ello hay que protegerlos y preservarlos, el Sur occidente vitícola perdería un patrimonio indudable de permitir que las viñas desaparecieran por completo.
Esta asociación renueva el cultivo del viñedo en la zona, y se abre un nuevo horizonte esperanzador para la viticultura asturiana. Entre otras iniciativas caben destacar: la organización de cursos y jornadas de formación o la solicitud al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de la elaboración del censo de viñedos para su inclusión en el Registro vitícola comunitario.
Posiblemente APROVICAN fuera la semilla que más tarde germinaría, concretamente el 8 de junio de 2001, en la nomenclatura de: «Vino de la tierra de Cangas», como Vino de Mesa con Indicación Geográfica.
Esto conllevaría a que 8 años más tarde naciera la «Denominación de Origen Protegida Cangas». Posteriormente se aprueba el Reglamento de la Denominación de Origen Protegida Cangas y el 12 de diciembre de 2008 se publica en el «Diario Oficial del Principado de Asturias. Con esta resolución, el Vino de Cangas es elevado a la categoría de Vinos de Calidad Producidos en Regiones Determinadas, entra en la calificación de vinos con D.O.P. de acuerdo a la clasificación de la Unión Europea.
La consecución de la figura de calidad, supuso un acicate para el cultivo en la zona y consigue invertir la tendencia de declive que la vitivinicultura sufría en Asturias.
En los últimos 20 años, se han mantenido los viejos viñedos y se continúan realizado nuevas plantaciones. Tendencia que parece seguir en auge a presente y a futuro.
De manera natural, como si lo anterior pidiera de lo siguiente, surge un pequeño contexto económico en torno al viñedo y el vino: progresiva apertura de bodegas, inversión en cultivo, aparición de nuevos viñedos, empresas y empresarios que asesoran desde un punto profesional tanto en viña como en bodega, iniciación en el enoturismo mediante catas, eventos, actividades, diferentes investigaciones en torno al vino que conlleven a la innovación… etc.
Tanto viñedo como vino se han consolidado hoy como una alternativa y un medio de vida en unos concejos fuertemente golpeados por el cese de la actividad minera y agravada su situación por las difíciles comunicaciones que hacen “casi inaccesibles” otras iniciativas empresariales.
Concluyendo con la historia, es de justicia reconocer y alabar la iniciativa repleta de esfuerzo y tesón de los viticultores de la zona. Aquellos que no se rindieron, que mantuvieron las viñas en unas condiciones verdaderamente difíciles, que no se amedrentaron cuando todo parecía perdido e irrecuperable, que “echaron el resto” para que hoy los asturianos puedan estar orgullosos de contar con un vino de calidad, que puede medirse a cualquier otro sin sentir inferioridad por ello, amparado por una Denominación de Origen, que lo defiende, protege y promueve, además de asegurar su calidad y trazabilidad al consumidor final. Un vino que tras parecer acabado no hace mucho, resurge de sus cenizas como el “ave Fenix” y sitúa de nuevo a Asturias en el territorio vinícola mundial y destaca en certámenes, concursos y exposiciones. Los avatares de su trayectoria histórica bien merecen cuanto menos tenerlo en cuenta como un gran “Alimento del Paraíso”.
José Manuel Pardo Méndez. col 684
Ingeniero Técnico Agrícola.
Deja un comentario